Tan grande como un país en sí, majestuosa y delicada en naturaleza, silenciosa y bella, así
se presenta esta reserva natural llamada Laponia. Tiene más renos que habitantes y
posee los parques nacionales más grandes del país. La gente autóctona de la zona, los sami,
guardan celosamente su cultura, idioma y tradiciones. Mucha gente se queda cautivada por
Laponia para el resto de su vida. Es todo un mundo a parte. Aquí sólo se puede venir sin
prisas y sin hipocresías.
El `finlandés´ más conocido del mundo, el bondadoso Papá Noel, tiene su taller en el
Círculo Polar Ártico (Rovaniemi) y se le puede visitar durante todo el año. Al norte
de Rovaniemi ya no son ciudades sino pequeños pueblos y estaciones vacacionales y de esquí
(muy animados, eso sí). A Laponia hay que venir a ``hacer algo´´: en verano se puede
participar en excursiones a pie o en bicicleta, en barcas por los ríos o muchas otras
actividades que las casas de safaris organizan en la zona (en los meses de junio y julio
vale la pena protegerse contra los mosquitos), en invierno las diversiones y actividades se
multiplican y se puede hacer todo lo imaginable en la nieve: un crucero en rompehielos,
visitar un castillo de hielo, dormir o cenar en un iglú, conducir un trineo tirado por renos
o huskies o una moto de nieve por los bosque y ríos. Además la vida nocturna de las
estaciones de esquí es francamente impresionante.