Fundada en el año 884 por el conde Diego Rodríguez Porcelos, bajo el reinado de Alfonso III, la ciudad de Burgos conserva la impronta de siglos que pusieron en ella sus fundadores. Toda la ciudad tiene rincones, plazas y callejas de sabor singular y belleza resaltada, no sólo por sus monumentos, sino por los hermosos parques que invitan a pasearla, disfrutando de sus múltiples encantos.
Desde el cerro del Castillo, mirador privilegiado de la Ciudad, Burgos aparece al alcance de nuestra mano, mostrándonos el entramado de sus viejos barrios presididos por la singular estampa de la Catedral, que despliega ante nosotros toda su grandeza con el encanto de torrecillas y capiteles disparados, cual saetas de piedra cincelada, hacia los cielos azules y puros de Castilla. Y en torno suyo, las iglesias de San Esteban, San Gil, San Nicolás y Santa Gueda; un poco más allá San Lesmes y a las afueras de la ciudad, el espléndido conjunto del Real Monasterio de las Huelgas y, a lo lejos, como perdida entre verdores de pinares, la Cartuja de Miraflores.